Historias de un retrato de jazz



Actualizado el 15 septiembre 2019

     El historiador Carlo Ginzburg dice que el objetivo de toda búsqueda no debe ser llegar a una conclusión, porque ninguna búsqueda puede ser exhaustiva, ni está exenta de error. Ninguna conclusión puede ser la última. El objetivo es más bien plantear nuevas preguntas para emprender nuevas búsquedas.
     Mi historia con esta foto, enlazada a la propia historia de la foto, puede decir algo sobre eso.
     Descubrí la foto cuando descubrí Nueva York, en enero de 2000. Estaba en la vidriera de una modesta tienda de cuadros y marcos, en Broadway. Su título “Art Kane Jazz Portrait Harlem 1958” me decía bastante pero no todo. Enseguida identifiqué a mis conocidos, los más visibles. Creo que no me pregunté qué significaba “Art Kane” ni cuál era el motivo de esa reunión. Sólo importaba la imagen. Me la traje en un tubo de cartón duro que me regaló el vendedor.
     En el siguiente enero, de nuevo en la ciudad, una tarde lluviosa me refugié en el museo de arte Guggenheim. Al entrar, sorprendido por enterarme de que estaba exhibiendo (solamente) ropa de Armani, estuve a punto de volver a la lluvia; pero el gift shop, infaltable en todo museo, biblioteca o iglesia, me salvó el día. Allí estaba el libro The Great Jazz Day, con la historia de la foto.
     El copyright indica que fue una edición limitada, impresa el mismo año en que descubrí la foto. La conjunción de lluvia y Armani fue decisiva para que pudiera encontrarlo, porque en esos negocios los objetos son prontamente reemplazados por otros. El azar anuda casualidades, aunque los crédulos apelarían al destino, o a un dios ocioso, para ponerles una causa.
     La foto tiene una historia simple, sobre la poco simple tarea de conseguir que a la hora diez de una mañana de agosto, cincuenta y ocho músicos de jazz, para quienes la hora diez sólo existía de noche, acudieran a reunirse frente a una típica casa de Harlem (de las llamadas brownstones) y se pusieran en posición para que el fotógrafo Art Kane hiciera ciento veinte tomas, de las que una sería elegida y publicada en la revista Esquire. Algunos concurrieron con ropa de actuación; otros, con ropa de calle; las mujeres, con sus respectivas carteras; varios lucen sombreros de estilos diversos, y sólo Rex Stewart llevó su instrumento, la trompeta. En la toma finalmente seleccionada, Count Basie, cansado, aparece sentado en la vereda junto a chicos del barrio; Roy Eldridge es el único que mira hacia atrás, porque Dizzy Gillespie lo llamó para sacarle la lengua; y Willie “The Lion” Smith no aparece, porque había perdido la paciencia y se había sentado en la escalera de una casa vecina.
     El libro suma anécdotas, encuentros y muchas imágenes de ese día. Además incluye dos fotos, tomadas casi cuarenta años después, cuando se hizo una recreación de la original: once sobrevivientes ocupan sus lugares, y un gran vacío evoca a los ausentes. El buen ánimo de los veteranos contrasta con el semblante de la casa, deshabitada, con la puerta y las ventanas tapiadas, cubiertas de grafitis.
     Desafiando los presagios que inducía esa fachada, salí en busca de la brownstone. El libro la ubica en la calle 126 y la foto muestra el número 17, así que la expedición pintaba fácil. Pero en la calle 126, en ese enero de 2001, donde podría haber estado el número 17 había un terreno baldío. Maldita suerte, si justo habían demolido esa casa. El tiempo pasa, las cosas cambian, desaparecen. Pero cuando hay duda hay esperanza. Extrañamente las casas linderas no tenían la misma apariencia que en la foto. Aunque era improbable que un peatón ocasional supiera algo sobre una “famous photo about jazz musicians” tomada décadas atrás, el primer interpelado aportó datos. De la casa, ni idea. Pero podía existir otro número 17, porque la Quinta Avenida divide a Manhattan en Este y Oeste, y la numeración se repite a cada lado.
     Sólo hubo que cruzar la Quinta para encontrar, ahí nomás, en el lado Este de la 126, a la brownstone histórica. El número 17 estaba vivo, habitado, había recuperado puerta y ventanas, sin tapia ni grafitis. Estaba entre la Quinta y la Madison, y el libro lo decía. Si hubiera leído bien podría haber llegado sin vueltas; pero las vueltas dieron color a la búsqueda, sustancia al recuerdo y valor al resultado. Después de eso, sólo quedaba tomar algunas fotos, y otro rumbo.
     En enero de 2008 el calendario permitía invocar el medio siglo (aunque faltaban siete meses), y me senté, para otra foto, en el sexto escalón de la entrada.
     Volví en enero de 2017, pero la foto ya no pudo ser en la escalera, porque había una reja en el acceso. El frente seguía impecable. Unas cuadras más allá, en el lado Oeste de la 126, en aquel baldío de 2001 ahora hay un edificio de departamentos, angosto, de tres pisos, pálido, bastante feo.

***

     La historia tiene un plus, que surgió repasando datos.
     Según el libro, el fotógrafo Gordon Parks hizo la evocación con los músicos sobrevivientes, justo cuarenta años después de la foto original, en 1998. Eso es imposible, porque Gerry Mulligan había muerto dos años antes y sin embargo aparecía en la foto.
     La evidencia de un error reclamó una nueva indagación. Google se obstinó en conducirme a otra foto, distinta, que Gordon Parks hizo en 1998. Hasta que, medio perdido por ahí, asomó el dato. La foto evocativa fue tomada en 1995, cuando la escritora Jane Bach reavivó el interés por la original y concibió la idea de relatar su historia en un documental, que luego fue filmado con el nombre “A Great Day in Harlem”. El libro dedica algunas páginas al film, tiene una biografía de Gerry Mulligan. Todos los datos estaban, pero, como el texto fue realizado en equipo, algún coautor despistado los mezcló.
     Descubrir el error fue incómodo pero, como siempre, productivo. Una búsqueda lleva a otra, todas se extienden, en el camino aparecen más revelaciones. ¿Quién fue Gordon Parks? Un gran artista negro que en su obra fotográfica dio testimonio de la segregación racial. Un internauta despistado le inventó un parentesco y publicó que era hermano de la famosa Rosa Parks, aquella mujer negra que en 1955 fue presa por negarse a ceder el asiento a un blanco. Nada que ver. Rosa era nacida McCauley y estaba casada con otro Parks. Quien leyó al despistado y no buscó más, se comió el error, porque los datos interesantes son más creíbles, aunque sean falsos.