No hace falta ser un experto en ciencias políticas o económicas para darse cuenta que las ideas marxistas son, fueron y serán un fracaso en lo social, en lo económico y en lo cultural. Los datos históricos y empíricos hablan por sí solos. Basta con comparar el nivel de vida de los “paraísos” socialistas de Venezuela, Cuba o la antigua Unión Soviética con los “infiernos” capitalistas de Estados Unidos o Singapur, por ejemplo, para darse cuenta cuál de las dos ideas genera progreso y cual hambruna y muertes.
Es por ello que, a pesar de estar de acuerdo con la mayoría de las ideas expuestas en el artículo titulado “Algo falló, Marx”, me permito disentir humildemente con ciertas afirmaciones que a mi entender se contrastan con la realidad.
Se afirma que uno de los principales motivos para apreciar a Marx, además de afirmar que no es marxistas (con lo cual concuerdo), es su “honesto interés por la justicia social”, como así también que “La lucha obrera tuvo momentos memorables, cuando resistió las condiciones de trabajo impuestas por el capitalismo salvaje”
Con respecto a la primera idea, en primer lugar habría que decir que se entiende por justicia social. El término es usado como sinónimo de justicia retributiva y da lugar a la instauración de un sistema impositivo progresivo, propuesto por Marx y Engels en 1848 como una forma de despojar a la burguesía de su capital, para luego ser transferido al Estado. Ahora yo me pregunto, ¿eso es “justicia social”?.
A lo que hace referencia esta absurda ideología es a que la distribución del ingreso en un país debe ser más igualitaria de lo que efectivamente es. Sin embargo, nadie de manera deliberada determinó esa distribución del ingreso, sino que ésta se dio por orden espontáneo.
Es decir, ninguna “mente maestra” decidió que Bill Gates fuera una de las personas más ricas del planeta. Los ingresos de cada uno son el resultado de un proceso espontáneo, de miles y millones de decisiones individuales que, en sus compras diarias, terminan dando una estructura dada de ganancias.
En este marco, cualquier pretensión de hacer un “sistema más justo” implica juzgar que lo que millones deciden, en libertad, no lo es. ¿Y quién es el acusador para hacer dicha afirmación? ¿Qué superioridad moral tiene? ¿A quién está acusando?
Friedrich Hayek, economista austriaco y Premio Nobel afirma que: “todo ello es radicalmente incompatible con un orden de mercado y con el mantenimiento de la riqueza actual. De este modo, por medio de tales errores, se llega a llamar ‘social’ lo que en realidad constituye el principal obstáculo para la buena marcha de la ‘sociedad’. Lo ‘social’ debería más bien tacharse de antisocial.”
Esto se ve a las claras en Argentina, donde las ideas de corte marxistas – socialistas han dominado las decisiones políticas y económicas de los últimos 70 años, se esta forma se ve como se duplicó el tamaño del Estado para supuestamente ayudar a los más necesitados. Sin embargo, la situación fiscal a la que eso lleva ya generó 5 recesiones en los últimos 10 años. Es decir, perjudicó directamente a quienes se intentó ayudar.
La segunda idea se relaciona íntimamente con la primera, por lo que vamos a ver si es cierto esto del “capitalismo salvaje”.
Vamos a los datos, y elijamos ¿“justicia social” y control estatal o “capitalismo salvaje” y libre mercado?
Según el índice Heritatge (o índice de libertad económica, creados por The Wall Street Journal y la Fundación Heritage, cuyo objetivo declarado es medir el grado de libertad económica en cada país del mundo), los países con mayor libertad económica, y por lo tanto más capitalistas, presentan una puntuación superior a 80 y se incorporan en la categoría "libres". En esta clasificación encontramos seis países: Hong Kong (90,2 puntos), Singapur (88,8 puntos), Nueva Zelanda (84,2 puntos), Suiza (81,7 puntos), Australia (80,9 puntos) e Irlanda (80,4 puntos).
Para aquellos que piensan que el capitalismo es fuente de todo mal para el trabajador y que se persigue su explotación pagando bajos salarios para enriquecer al “capitalista”, lo cierto es que la evidencia empírica demuestra que es todo lo contrario, en los países más capitalistas los trabajadores disfrutan de salarios, en paridad de compra de poder adquisitivo, más altos de todo el planeta: Hong Kong (31.824 dólares dólares), Singapur (58.333 dólares), Nueva Zelanda (40.043 dólares), Suiza (62.283 dólares), Australia (49.136 dólares) e Irlanda (47.653 dólares).
En los países más estatistas del mundo tiende a ser difícil encontrar estadísticas específicas vinculadas a su economía, debido al hermetismo de sus instituciones y la falta de calidad democrática, por lo que en la mayoría de los casos se recurren agencias especializadas.
En este caso, nos centraremos en los últimos puestos del ranking, con una puntuación por debajo de 40 puntos, donde encontramos los siguientes países: República del Congo (38,9 puntos), Cuba (31,9 puntos), Venezuela (25,2 puntos) y finalmente Corea del Norte (5,8 puntos). Estos países reprimen los derechos de propiedad, no por una cuestión bélica, sino por pura voluntad política.
Son muy complicadas las mediciones económicas en la República del Congo debido a que mayoritariamente se emprende una actividad económica "informal" que proporciona la mayor parte del limitado crecimiento del sector privado. La riqueza estimada por adulto es de 2.814 dólares, un 99,7% menos que la riqueza de las economías "libres".
Cuba vive bajo el ala del Partido Comunista hace décadas, quién decide quién debe producir y a qué precio en prácticamente todas las áreas de la economía. Los salarios se sitúan en los 767 pesos, lo que equivale a 30 dólares. Los trabajadores más bien pagados son los que se encuentran en la industria azucarera, que reciben un salario medio de 1,236 pesos o 49,4 dólares. Dado que los medios de producción pertenecen al Estado, el cubano carece de una riqueza personal.
En Venezuela los controles monetarios y la financiación del déficit con la impresión de bolívares se ha traducido en una hiperinflación del 1.299.724% que ha destrozado el poder adquisitivo de sus ciudadanos, golpeando a su capacidad de compra y ha evocado a los venezolanos a la escasez de productos básicos y al éxodo.
El estatismo conduce a la pobreza y no hay mayor evidencia de ello que comparar Corea del Norte y Corea del Sur mediante la evolución de su PIB per cápita en los últimos 50 años. Desde la división de Corea, Corea del Sur promovió un sistema de libre mercado mejora de sus instituciones y apertura económica que le llevo a un despegue de su producción y un fuerte auge en su PIB per cápita, mientras que Corea del Sur ha seguido en el estancamiento incluso ha empeorado sus niveles de vida.
Esta absurda y violenta idea de sacarles a los ricos para darles a los pobres bajo el verso de la “justicia social” solo genera, como ya se ha visto, mayor pobreza.
Aunque, no hay que ser tan malos, y hay que reconocer que existen personas que se han vuelto ricas bajo este lema, como políticos y sindicalistas, que en nombre de la “justicia social” han amasado fortunas, mientras que sus fieles seguidores siguen siendo pobres, claro.
No olvidemos que ya se hizo el experimento tan anhelado por los marxistas, de dividir un país en dos, que por un lado se viva con libre mercado bajo las ideas del capitalismo y que del otro se viva bajo las ideas comunistas, con el lema de la “justicia social”, eso se llamó Alemania Oriental (comunista) y Occidental (capitalista). No hace falta ser un historiador para saber en lo que eso desembocó. Se construyó un muro para evitar que la gente huyera del “paraíso soviético” hacia el “capitalismo salvaje”.
Conclusión: el 9 de Noviembre de 1989 cayó no sólo un muro, también cayó un símbolo, una ideología. El muro cayó para el Este y aplastó al comunismo, y con él, al absurdo verso de la “justicia social”.