Capítulo 7. Tonterías políticas


Manual de tonterías de Jauretche

7.- Tonterías políticas

     La ideología del Manual está a la vista. Es manifiesta. Surge de las tonterías de Jauretche que comenté en capítulos anteriores, y de otras, que tengo apuntadas, pero no cabrían en este muestreo, que trata de ser breve. La brevedad es despiadada con quien escribe, porque exige sumergirse en un océano de disparates ajenos y hacer una selección de los más representativos. Y muy representativos son los cuatro que escogí para este capítulo 7, el último.

     Crímenes políticos. Jauretche cuantifica muertos. Según su inventario, el gobierno de Perón mató menos: “no se puede salir de tres nombres, que son los obreros Aguirre y Núñez, y el Dr. Ingalinella” (página 107). En cambio, los militares que echaron a Perón fusilaron a algunos más. No viene al caso considerar que aquéllos eran sólo ciudadanos opositores, y los fusilados eran militares que se levantaron en armas contra otros militares. Lo que viene al caso es esa extraña manera de diferenciar democracia de dictadura, contando asesinatos.
     Claro que ese balance no registra a los cientos de personas asesinadas por la Triple A, la banda de ultraderecha que organizó Perón en su tercera presidencia. Pero no podemos culpar a Jauretche por esa omisión contable: había muerto antes, y no podía seguir contabilizando.

     La guerra. El Manual hace el elogio de los papanatas que en 1966 secuestraron un avión y lo forzaron a aterrizar en las Islas Malvinas, donde hicieron el aspaviento habitual de los nacionalistas, con despliegue de banderas, etc. Uno de ellos, Alejandro Giovenco, después se hizo pistolero al servicio de una banda precursora de la Triple A, y murió, el muy idiota, al explotarle la bomba que llevaba en un portafolio para matar a otros.
     En su elogio de los papanatas, Jauretche propone un “test”: “Está usted en su propio confesionario y solo ante usted mismo. Pregúntese cómo reaccionó cuando un grupo de muchachones, el ‘Comando Cóndor’, hizo su incursión a las Islas Malvinas […] ¿se sintió solidario con la aventura o sólo simuló sentirlo de dientes para afuera? ¿O en realidad consideró molesto el hecho?” (página 16, en nota). El “test” continúa en página 17: “Propóngale a esta gente de la "intelligentzia" de izquierda a derecha, la hipótesis de una guerra por un motivo territorial, o cualquier otro de soberanía. La rechazará indignado, cuando no se reirá frente al despropósito. Y sin embargo este sujeto, pacifista hasta la médula, es el mismo tipo que en las dos grandes guerras del siglo ha exigido que abandonásemos nuestra neutralidad”.
     Voy a pasar en limpio los conceptos explícitos y los que están implícitos en los párrafos que acabo de transcribir, y los voy a exponer separados en 7 puntos:
     1) Jauretche propone un “test” (el nacionalista toma esta palabra del inglés para aludir a lo que en nuestro idioma se llama prueba, consulta, encuesta). Pero ahí mismo nos dice que él conoce todos los resultados, y los va revelar. ¡Spoiler alert!
     2) Si alguien se atreviera a impugnar la maravillosa aventura de “los muchachones” en las Malvinas, sólo podría hacerlo hablando solo, metido en “su propio confesionario”. He aquí el primer resultado del “test” imaginario.
     3) Tan maravillosa fue dicha aventura, que el “test” podría ir más allá, y proponer la “hipótesis de una guerra por un motivo territorial, o cualquier otro de soberanía”. Esta pregunta no está pensada para aquel salame que habla solo en el confesionario, sino para un encuestado imaginario que forma parte de “la intelligentzia” (Jauretche usa esta expresión para referirse despectivamente a los intelectuales).
     4) Jauretche sabe que su encuestado imaginario “rechazará indignado” la guerra.
     5) También sabe que su encuestado imaginario “es el mismo tipo” que durante las guerras mundiales consideraba que nuestro país no debía ser neutral.
     6) La expresión “es el mismo tipo” no debe ser tomada literalmente, sino entendida como “el mismo tipo de gente”, o sea lo que Jauretche llama “esta gente de la intelligentzia”.
     7) No sabemos por qué Jauretche usa esa expresión. “La intelligentsia” se llamaba a los intelectuales de Rusia y Polonia, a quienes los nazis exterminaron en primer término cuando Alemania invadió esos países (la orden de detención decía “Pertenece a la intelligentsia polaca”, y eso era suficiente). Pero no hay que hacer comparaciones odiosas, pues Jauretche escribe la palabra con zeta, y allá se escribía con ese.
     Estos 7 puntos resumen la opinión de Jauretche sobre la aventura papanata y otros temas afines. De ellos surge que Jauretche defiende, por un lado, la guerra por motivos territoriales, y por otro lado, la neutralidad argentina durante la segunda guerra mundial.
     La guerra por motivos territoriales la tuvimos, y fue justamente por Malvinas. Jauretche se la perdió porque, claro, había muerto antes. No pudo aplaudir a la Junta Militar ni festejar la reconquista soberana, inspirada en su Manual.
     La neutralidad durante la segunda guerra mundial merece un tratamiento especial.

     Neutralidad. “Si sos neutral en situaciones de injusticia, es que elegiste el lado opresor”, dijo Desmond Tutu (premio Nobel de la Paz 1984). “Debemos tomar partido. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima”, dijo Elie Wiesel (premio Nobel de la Paz 1986).
     Jauretche no conoció estas opiniones porque como de costumbre había muerto antes. Pero visto su pensamiento, y su estilo, supongo que, de haberlas conocido, las habría desestimado con algún chiste tonto. Es que Jauretche defiende la neutralidad durante la segunda guerra mundial porque sencillamente está del lado opresor.
     Repasemos los hechos. Esa guerra fue el resultado de una agresión. El “Eje” nazi-fascista (Alemania, Italia y Japón) atacó a diversos países. En los países que ocuparon, las potencias agresoras  establecieron regímenes opresivos cuyos crímenes son bien conocidos, aunque algunos prefieren ignorarlos. Poco a poco, la mayor parte del mundo se involucró en el conflicto. Ciertos países no lo hicieron, y se declararon neutrales por diversos motivos, algunos razonables. La Argentina se declaró neutral, porque su gobierno simpatizaba con los nazis. Ese gobierno era la dictadura surgida del golpe de Estado de 1943, ejecutado por militares pro-nazis entre los cuales estaba Perón.
     Muchos argentinos (“la intelligentzia”) cuestionaron esa neutralidad, y ante la pasividad del gobierno, unos cinco mil hombres y mujeres se alistaron por su cuenta como voluntarios y lucharon contra los nazis.
     Finalmente, apremiada por la situación internacional, la Argentina abandonó la neutralidad, cuando Alemania estaba totalmente vencida y faltaba un mes para la caída de Berlín y el fin de la guerra. Esa es la neutralidad que defiende Jauretche.

     Nazi-fascismo. La última tontería del Manual da continuidad al tema anterior. Jauretche quiere disimular la tendencia nazi-fascista de Perón, pero, en vez de referirse a los hechos, que son ciertos y graves, prefiere como siempre hacerse el gracioso. Hace un guiso de palabras (“oligo-impero-pentagonista”, “castro-comu-chino-mobutista” y similares), aludiendo a ciertas expresiones compuestas que se usan para asociar tendencias políticas. Para condimentar ese guiso, menciona a su tío, con una pizca de japoneses, españoles, arios e italianos. En el estofado resultante, sumerge el “nazi-fascismo” de Perón y espera que se disuelva sin hacer grumos. Lo sirve, tibio, en página 113.
     Ese desbarajuste constituye el único recurso retórico que se le ocurre a Jauretche para enmascarar lo que no le conviene. Pero la ideología de Perón es conocida. Su gobierno fue autoritario, populista, nacionalista, antiliberal y antisocialista. Ésas son las características que definen al fascismo. Además, su régimen político copió a la Italia de Mussolini, tanto sus gestos y rituales, como asimismo el ejercicio de la violencia a través de la policía, y de bandas armadas parapoliciales, como la Alianza Libertadora Nacionalista y, luego la Triple A. No es casual que los más conspicuos representantes del fascismo argentino confluyeran en el peronismo, como vimos en el capítulo 2. Puedo agregar mucho más, pero no estoy escribiendo un libro. En cambio, recomiendo un libro, cortito, de Umberto Eco. Se llama Il fascismo eterno (en Argentina, Contra el fascismo) y reseña los rasgos comunes de todos los fascismos, por ejemplo: “La Ilustración, la Edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna […] El mayor empeño de los intelectuales fascistas consistía en acusar a la cultura moderna y a la intelligentsia liberal de haber abandonado los valores tradicionales”.
     Ahora bien, con todo eso, tenemos a la vista sólo el perfil fascista de Perón. Falta analizar su matiz nazi, y aquí también hay hechos públicos e incontrovertibles.
     Es sabido que en Nuremberg fueron juzgados los principales criminales de guerra nazis. Por primera vez en la historia, los responsables de los crímenes más aberrantes respondieron ante tribunales internacionales. El concepto de “crimen de lesa humanidad” (asesinato u otros actos inhumanos contra la población civil) fue una creación de Nuremberg. Posteriormente se completó con la tipificación del delito de “genocidio” (matanzas u otros actos dirigidos a destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso).
     Pues bien, para Perón, los juicios de Nuremberg fueron una “enormidad que no perdonará la historia”. En varias entrevistas afirmó que, ante esa “infamia”, decidió rescatar a los nazis de la justicia de los vencedores, y eso fue lo que hizo. Criminales como Mengele, Eichmann, Priebke (por mencionar sólo a los más conocidos) fueron acogidos por el gobierno de Perón, que los protegió con identidades falsas. La Argentina pasó a la historia como el principal refugio mundial de nazis. Muchos investigadores publicaron las evidencias que demuestran el encubrimiento (uno de los libros más recientes es La auténtica Odessa, de Uki Goñi).
     Naturalmente, Jauretche no menciona a ninguno de esos criminales. Y no es que le faltara información. Poco tiempo antes de que escribiera su Manual, hubo un episodio que tuvo gran repercusión nacional e internacional: en 1960, Eichmann fue capturado en la Argentina, llevado a Israel, juzgado y ejecutado.
     Pero Jauretche tiene su explicación. Esto dice el Manual (página 49) sobre la protección que Perón brindó a los criminales nazis: “La Argentina se encontró, en razón de su neutralidad durante el conflicto, con la posibilidad de adquirir gran parte de la técnica alemana”. Para Jauretche, no eran criminales, eran “técnicos”. Tuvimos neutralidad, tuvimos técnicos. Nos faltó intelligentzia.