Manual de tonterías de Jauretche
En el capítulo 1 señalé que el Manual abunda en citas. Cuando se refiere a los clásicos (Aristóteles, Hume, Voltaire, Montesquieu y otros, páginas 34 y 35), se prende a sus ideas menos representativas, y a sus errores, para mostrar que ninguno era genial como Jauretche. En cambio, cuando cita a un compañero de militancia, parece que la sola mención de su nombre basta para justificar lo que dice. Asistimos así a un desfile de extrañas figuras provenientes sobre todo de la ultraderecha nacionalista católica (aunque esa definida orientación no impide una amalgama contra natura con el sector más desorientado de la extrema izquierda). Encabezan y alumbran esa procesión las antorchas de Carlos Mastrorilli, Leonardo Castellani, René Orsi, Alberto Methol Ferré, Jorge Abelardo Ramos, Ernesto Palacio y Enrique Stieben.
De Mastrorilli hay pocos datos. Parece que fue un “peronista combativo”, autor de artículos políticos, y coautor, con otros “peronistas combativos”, del libro Peronismo: de la reforma a la revolución (Editorial Peña Lillo, 1972). Sostenía la tesis de que “el peronismo es, en la Argentina, la vía más corta y menos costosa hacia el cambio profundo de las estructuras políticas, sociales y económicas”. No se registran reflexiones de Mastrorilli sobre el cambio logrado en los veintitantos años de gobiernos peronistas posteriores a esa fecha.
Según cuenta el Manual, Mastrorilli fue articulista de la revista Jauja, fundada y dirigida por Leonardo Castellani, cura jesuita de orientación antiliberal que en 1946 se candidateó a diputado por la Alianza Libertadora Nacionalista, el violento grupo de choque del peronismo. Jauretche fue buen lector de Castellani, a quien cita en la página 60 del Manual. La revista Jauja se publicó entre 1967 y 1969 y reflejaba el pensamiento de la derecha nacionalista católica. Tengo a mano el primer número, que incluye un cálido elogio a José Antonio Primo de Rivera (fundador y líder de la Falange Española, expresión partidaria del fascismo español), una adhesión al golpe de estado que instauró la dictadura de Onganía, comentarios explícitamente antisemitas basados en el documento apócrifo llamado Protocolo de los Sabios de Sion y que entre otras cosas sugieren una conspiración judía para matar a Kennedy, todo matizado con invocaciones a Dios y versos gauchescos.
René Orsi, relacionado desde joven con Jauretche, formó parte de los inicios del peronismo. Fue abogado, legislador, convencional constituyente peronista, y juez entre 1974 y 1976. Dejó la magistratura para ocupar el cargo de interventor en la provincia de Salta. Esa intervención tuvo su historia, que merece ser recordada. Miguel Ragone, gobernador salteño elegido en las urnas, pertenecía a un sector peronista rechazado por el gobierno terrorista nacional, a cargo de Isabel Perón y López Rega. En 1974 el gobierno nacional dispuso intervenir los tres poderes de esa provincia, mediante un decreto que imputaba al gobierno provincial “manifiesta ineficacia represiva frente a la acción perturbadora de fuerzas cuya actividad ha sido declarada al margen de la ley”. Para dar más eficacia a la represión, fueron designados sucesivamente varios interventores federales. El último fue René Orsi. Bajo su gobierno, el 11 de marzo de 1976, el ex gobernador Ragone fue secuestrado, presuntamente por la Triple A, y permanece desaparecido desde entonces. Estas anécdotas no mellaron el prestigio de Orsi, que siguió desempeñándose como conspicuo dirigente peronista hasta su muerte, en 1999.
Methol Ferré fue un pensador uruguayo enamorado (políticamente) de Perón: “Mis primeros amores fueron dos: el doctor Luis Alberto Herrera en Uruguay y el coronel Juan Domingo Perón en la Argentina, allí por el año 1945, cuando me empezaba a asomar a la vida pública”. Ese amor lo acompañó toda la vida, como también lo acompañó el ferviente apoyo de la Iglesia Católica, ya que Methol Ferré fue un teólogo de esa confesión religiosa. En 2005 recibió el Premio Jauretche Mercosur, otorgado por el Instituto Superior Arturo Jauretche, y en 2008 fue condecorado por militares chavistas en Venezuela. Tenía mérito suficiente para que el papa Bergoglio le enviara uno de sus rosarios bendecidos, pero murió en 2009.
En la década de 1950, Methol se relacionó con Jauretche y además trabó amistad con un político que luego sería otro referente del Manual: Jorge Abelardo Ramos (1921-1994). Ramos defendía una postura “nacionalista de izquierda” o de “izquierda nacional”. A su juicio, el peronismo expresaba eso. Su página web lo muestra en la portada pronunciando un enfático discurso frente a la imagen de Marx, y exhibe algunas cartas que intercambió con Perón. En una de ellas, Perón le dice que recibió “…la revista ‘Izquierda Nacional’ que tuvo usted la amabilidad de enviarme […] Una izquierda nacional, en la que orgullosamente me cuento”. Seguramente Ramos creía que Perón era izquierdista, y hasta marxista. Esto se explica por el curioso concepto de “izquierda” que forjó la mente de Ramos, en el que cabía el apoyo que prodigó, entre otros indiscutibles derechistas, a la Junta Militar que provocó la guerra de Malvinas, al dictador y narcotraficante panameño Manuel Noriega y al teócrata iraní Ruhollah Khomeini. Al final de su carrera política Ramos fue embajador de Carlos Menem, cuyo gobierno, como es sabido, era cualquier cosa menos nacionalista y de izquierda.
Ernesto Palacio fue un escritor y político argentino que, desde la década de 1920 y hasta su muerte en 1979, militó en el nacionalismo católico de ultraderecha, facción fundadora del fascismo argentino en el temprano siglo veinte. Participó del golpe que derrocó a Yrigoyen, fue funcionario de la dictadura de Uriburu y, naturalmente, años más tarde desembocó en el peronismo, al que representó como diputado nacional. Mantuvo una estrecha relación política y confesional con el ya mencionado cura Castellani, quien prologó dos de sus libros. En uno de ellos, “La historia falsificada” (1939), Palacio expone la conocida tesis revisionista antiliberal de la historia argentina, tesis que, según expresiones textuales del autor, se basa en “la exaltación de Rosas”, que “representa el honor, la unidad, la independencia de la patria”, ya que “si después del 53 seguimos siendo una nación, a Rosas se lo debemos, a la unión que se remachó durante su dictadura”. En esa línea, Palacio impugna toda persona o acontecimiento incompatibles con los valores que atribuye a su dictador preferido, y empieza (retrospectivamente) por impugnar a la Asamblea del año XIII, que, como es sabido pero conviene recordar, proclamó el principio de soberanía popular, la libertad de cultos y la libertad de imprenta, suprimió la esclavitud, los títulos de nobleza, la servidumbre de los indios, la Inquisición y la tortura, entre otras reformas. Palacio expresamente repudia esas reformas atribuyéndoles el vicio de ser “¡liberales!” (signos de exclamación en el original).
Enrique Stieben, entrerriano, luego pampeano, en la década de 1920 se inició como anarquista, idea que defendió a través de su diario Pampa Libre. En los treinta, como socialista, fue elegido presidente comunal de la localidad de Castex, cargo del que cayó dos años después, acusado públicamente de simpatizar con Hitler y Mussolini. A lo largo de esa década, su postura fue girando hasta ubicarse en el nacionalismo católico y profascista. Llegado el momento, naturalmente, adhirió al peronismo. Fue un estudioso de la geografía y el folklore de su provincia. Del año 1939, época en que estuvo al servicio del gobernador militar de La Pampa, quedan registros de sus conferencias radiales, en las que describía a Roca como “el Colón del desierto” y al indio como “el salvaje que había dejado de ser dueño de la llanura”, y sostenía sus ideas con un estilo narrativo muy expresivo: “Descubiertos los soldados y con profunda emoción gritaron ¡el río, el río! en el inmenso océano de La Pampa, como en otra oportunidad, con la misma emoción, se gritó ¡tierra! en el inmenso océano de las aguas… ¡Vencida la barbarie, el General Roca había devuelto a su patria la fe en su gran destino! ¡Fue la campaña más magnánima conocida! Ningún país de la tierra puede exhibir una página más humana y patriótica. ¡Así fuimos y así somos nosotros!”. En la última conferencia redondeó la idea: “El indígena del territorio no dejó ni un rastro folklórico: ni un instrumento musical, ni un canto, ningún dibujo, ni una vasija… El indio no sabía ni reírse siquiera”. En 1950 Stieben fue cofundador de la revista Dinámica Social, que tuvo muchos colaboradores, como los ya citados Palacio y Castellani, y era patrocinada económicamente por empresas italianas vinculadas al fascismo. Los escritos de Stieben siempre tuvieron una orientación definida: nacionalismo, antisemitismo, defensa de la Patria, la tradición y la religión, anticomunismo, antiliberalismo, admiración de los regímenes autoritarios, desconfianza hacia la democracia y hacia las masas. En 1958, a los 65 años, Stieben se encerró en el baño del hotel donde almorzaba y cenaba, se sentó en la bañera y se pegó un tiro en el parietal derecho. Sobre el motivo del suicidio sólo hay conjeturas: soledad, un amor no correspondido hacia una estudiante del secundario, o el reuma.
La fragancia de este florido ramillete de celebridades impregna las páginas del Manual. Hay más flores, pero con esta muestra es suficiente. En el próximo capítulo sigo con otros temas.