Actualizado el 15 diciembre 2017
¿Nunca te prendiste a una teoría conspirativa? Nos rodean tantos divulgadores de presuntos complots (potenciados por el desaprensivo manejo de las redes sociales), que a veces nos dejamos atrapar por el embrujo de esas fantasías nada inocentes.
Las teorías conspirativas son las que “explican” ciertos hechos (políticos, sociales, históricos) negando sus causas conocidas y sosteniendo que fueron provocados por un grupo de poder que actúa desde las sombras. Es fácil sostenerlas porque, como se basan en afirmar que las causas visibles de los hechos son apariencias creadas por el conspirador, cualquier evidencia contra la teoría es atacada con el mismo argumento: es una apariencia creada por el conspirador. Eso las exime de la carga de comprobación, y las hace irrefutables.
Hay dos razones por las cuales esas teorías arraigan. Una es que proponen causas más vistosas que las verdaderas. Otra es la estupidez de la gente: quien sostiene una teoría conspirativa presume de sagaz, y como a los demás no les gusta parecer ingenuos, aceptan y difunden la teoría para lucir como sagaces frente a otros estúpidos.
Pero los estúpidos son peligrosos. Descartar las verdaderas causas puede conducir a culpar a inocentes. También contribuyen, los malditos estúpidos, al éxito de los que inventan teorías conspirativas con intenciones subalternas (imponer ideologías, obtener beneficios). Y hasta pueden beneficiar a conspiradores reales. Porque, vamos, las conspiraciones sí existen, y para disimular a las verdaderas, para hacerlas dudosas, nada mejor que sumergirlas en un mar de fascinantes teorías conspirativas.
La teoría conspirativa más antigua es la del Diablo, personaje ya medio demodé (salvo para ficciones cinematográficas), pero revitalizado por Francisco el papa, que defiende muy seriamente la teoría según la cual El Maligno anda conspirando tras los pecados del mundo. Karl Popper sugiere justamente que las teorías conspirativas son una secularización de supersticiones religiosas: el papel de dioses y demonios entrometidos en nuestras vidas ha pasado a grupos ocultos.
La teoría conspirativa más maliciosa se basa en los Protocolos de los Sabios de Sion, un falso documento que aparenta transcribir reuniones en las que un grupo de “sabios” judíos conspiran para dominar el mundo mediante una mezcla caótica de monopolios financieros, comunismo y masonería. Instrumento activo del antisemitismo, creado en Rusia en 1902 por la policía secreta zarista, fue usado principalmente por el nazismo, y aunque su falsedad está perfectamente demostrada, todavía hay quienes creen en su autenticidad.
Veamos más ejemplos, menos siniestros. A la gente le encanta y repite el tonto relato de que el hombre nunca llegó a la Luna, y que cientos de miles de personas (empleados y contratistas de la NASA) conspiraron para engañar al mundo con imágenes trucadas. La gente, siempre tan sabia, se considera mejor informada que los científicos del programa espacial soviético, que nunca pusieron en duda los alunizajes de sus adversarios americanos.
¿Quién no conoce la historia de que Carlos Menem Jr. fue asesinado? En verdad, se mató solo, piloteando un helicóptero. Estaba jugando a hacer maniobras imprudentes sobre los autos que circulaban por la ruta (era un muchacho divertido) y se llevó por delante unos cables. El caso fue prolijamente investigado por la justicia, y todos los tribunales de todas las instancias confirmaron que no hubo atentado. Sin embargo, la madre de Carlitos se aferró a la teoría conspirativa, cuestionó siempre la investigación judicial, y nunca aportó una prueba. Lo dicho: las teorías conspirativas son más seductoras que la realidad, y en este caso muchos la aceptan porque quieren creer que alguien se vengó en el hijo por alguna de las canalladas que el padre cometió como presidente argentino.
Dicen algunos iluminados que el beatle Paul McCartney murió en un accidente en 1966. La banda estaba en su mejor momento y, para asegurar su continuidad, hubo una conspiración para reemplazar al muerto por un doble, que es quien, desde hace más de cincuenta años, conocemos como Paul. ¿Pruebas?
Contra la difusión de las teorías conspirativas poco se puede hacer. Pero quien piensa críticamente tiene razonamientos para no dejarse seducir, navajas para afeitar las barbas que ocultan la cara de la realidad.
Guillermo de Ockham fue un filósofo medieval que propuso el “principio de economía o parsimonia”, luego llamado “navaja de Ockham”. Como principio metodológico se enuncia así: cuando en igualdad de condiciones hay dos o más explicaciones para un fenómeno, la explicación más simple es preferible. No aporta un criterio de certeza, sino de probabilidad para el caso de duda en igualdad de condiciones, es decir, cuando ambas explicaciones andan parejas en evidencias. Con mayor razón, permite descartar las teorías conspirativas, que pretenden suplantar una explicación simple por otra complicada y carente de evidencias.
Christopher Hitchens (1949-2011) fue un filósofo y escritor que, recordando a Ockham, propuso un criterio metodológico que pasó a llamarse “navaja de Hitchens” y se enuncia así: “Lo que se afirma sin evidencia puede desestimarse sin evidencia”. Significa que las hipótesis puramente especulativas pueden desestimarse con un simple NO, sin molestarse en buscar evidencias contra ellas. Para las teorías conspirativas, cuya característica es basarse en especulaciones sin evidencias, la navaja de Hitchens es otra formidable patada en el culo.
Referencias
* Karl Popper (“La sociedad abierta y sus enemigos”, Ed. Planeta, 1992, tomo 1, pág. 280).
* http://www.lanacion.com.ar/1728091-la-muerte-de-menem-jr