Mi trabajo está basado en el artículo “Cuestión de Respeto”.
El problema no es que las personas se ofenden fácilmente, el problema es
la necesidad que tenemos de hablar
constantemente.
Hablar siempre es más fácil. Como si quedarnos callados no fuese una opción
, o que el hecho de ser desconocidos es equivalente a la muerte. Así que nos
vemos obligados a hablar y hablar como si la vida realmente dependiera de eso.
Hablar, escucharnos hablar, buscar una “audiencia” parecería ser una
especie de terapia.
La tentación está en todos lados, entramos a Facebook y nos pregunta “¿en
que estas pensando?” O “Twittea” nos invita Twitter.
Tenemos opiniones sobre todo; el clima, las elecciones, el partido del
domingo, los principios de los liberales y los de la izquierda. Sera que acaso
el silencio es un signo de debilidad? Robert Greene considera al silencio una
de las 48 leyes del poder: “siempre di menos de lo necesario, cuanto más
hables mayor es el riesgo de que digas algunas tontería” . Mejor quedarse
callado y que las cosas simplemente sean.
Considero que el objetivo de la filosofía no es vomitar preceptos complicados de grandes filósofos,
retocarlos, editarlos o mejorarlos, el objetivo es trasmitir esos preceptos, teorías
o discursos en obras, acciones. Mejor que hablar es permitir que nuestras acciones
y elecciones ilustren nuestro conocimiento, demostrar que en verdad entendemos
lo que decimos o escribimos, ponerlos en práctica.